jueves, 13 de septiembre de 2012

especial SALVADOR ALLENDE

Testimonio de Fidel Castro:

El último día de Salvador Allende

Historia viva Latinoamericana:
«Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!"
Salvador Allende


Por Fidel Castro Ruz

Nosotros nos vamos a referir esencialmente al carácter de combatiente y de soldado de la revolución del presidente Allende el 11 de septiembre.

A las 6 y 20 de la mañana de ese día, el presidente recibió una llamada telefónica en su residencia de Tomás Moro informándole del golpe militar en desarrollo. De inmediato pone en estado de alerta a los hombres de su guardia personal y toma la firme decisión de trasladarse al Palacio de la Moneda para defender, desde su puesto de presidente de la república, al gobierno de la Unidad Popular. Lo acompaña una escolta de 23 hombres, armados con 23 fusiles automáticos, dos ametralladoras calibre 30 y 3 bazucas, que se traslada con el presidente en cuatro automóviles y una camioneta al Palacio Presidencial, donde llegan a las 7 y 30 de la mañana.

Portando su fusil automático, el presidente, acompañado por la escolta, penetró por la puerta principal de La Moneda. A esa hora la protección habitual de carabineros se mantenía normal en el palacio.

Ya en el interior se reunió con los hombres que lo acompañaban, les informó de la gravedad de la situación y su decisión de combatir hasta la muerte defendiendo al gobierno constitucional, legítimo y popular de Chile frente al golpe fascista, analizó los efectivos disponibles y dictó las primeras instrucciones para la defensa del Palacio.

Siete miembros del Cuerpo de Investigaciones arribaron para sumarse a los defensores. Las postas de carabineros, mientras tanto, se mantenían en sus puestos y algunos adoptaban medidas para la defensa del edificio. Un pequeño grupo de la escolta personal custodia la entrada del despacho presidencial con instrucciones de no dejar pasar ningún militar armado, para evitar una traición.

En el espacio de una hora se dirige tres veces por radio al pueblo expresando su voluntad de resistir.

Pasadas las 8 y 15, por los citófonos de Palacio la junta fascista conmina al presidente a la rendición y la renuncia de su cargo, ofreciéndole un transporte aéreo para abandonar el país en compañía de sus familiares y colaboradores. El presidente les responde que "como generales traidores que son no conocen a los hombres de honor" y rechaza indignado el ultimátum.

El presidente sostiene en su despacho una breve reunión con varios altos oficiales del Cuerpo de Carabineros que habían acudido a Palacio, los cuales rehúsan cobardemente en aquel instante defender al gobierno. El presidente los reprocha duramente y los despide con desprecio, conminándolos a que abandonen de inmediato el lugar. Mientras se efectuaba esta reunión con los jefes de Carabineros llegaron los tres edecanes militares; el presidente les expresa que no era momento para confiar en los uniformados y les pide que se retiren de La Moneda. No obstante, el presidente se despide con afecto del comandante Sánchez, que había sido su eficiente edecán por la Fuerza Aérea durante varios años.

Minutos después de retirarse los edecanes y los altos oficiales de los Carabineros, el teniente jefe a cargo de la Guarnición de Carabineros del Palacio Presidencial, obedeciendo órdenes de su jefatura, instruye a un carabinero que recorra el edificio impartiendo la orden de retirarse a los miembros de la guarnición, los cuales comienzan de inmediato a abandonar La Moneda, llevándose parte de su armamento. Lo mismo hacen los carros blindados de Carabineros, que hasta ese instante estaban en posiciones de defensa del palacio.

Un grupo de diez carabineros, acompañados del portador de la orden de retirada y cumpliendo, sin duda, instrucciones, cuando se retiraban por la escalera principal y ya próximos a la salida, vuelven sus fusiles intentando disparar contra el presidente, siendo enérgicamente ripostados por el personal de la escolta. Son estos los primeros disparos que se cruzan con los golpistas.

Mientras estos hechos ocurrían, numerosos ministros, subsecretarios, asesores, las hijas del presidente, Beatriz e Isabel, y otros militantes de la Unidad Popular, van arribando al palacio para estar junto al presidente en esas horas críticas.

A las 9 y 15 de la mañana aproximadamente, se realizan las primeras descargas desde el exterior contra Palacio. Tropas fascistas de infantería, en número superior a doscientos hombres, avanzaban por las calles de Teatinos y Morandé, a ambos lados de la Plaza de la Constitución, hacia el Palacio Presidencial, disparando contra el despacho del presidente. Las fuerzas que defendían el palacio no pasaban de cuarenta hombres. El presidente ordena abrir fuego contra los atacantes y dispara él personalmente contra los fascistas, que retroceden desordenadamente con numerosas bajas.

Los fascistas introducen entonces los tanques en el combate apoyados por infantería. Un tanque avanza por la calle Moneda, otro por Teatinos, otro por Alameda con Morandé y otro en dirección de la puerta principal por la Plaza Constitución. En ese instante, desde el propio despacho del presidente se abrió fuego de bazuca contra el tanque que estaba junto a la puerta principal, que fue totalmente destruido. Otros dos tanques concentran su fuego sobre el gabinete del presidente y un carro blindado dispara sus ametralladoras hasta la Secretaría Privada y la oficina de escoltas. Varias piezas de artillería, situadas por el lado de la Plaza Constitución, disparan también contra Palacio.

El presidente recorre las distintas posiciones de combate alentando y dirigiendo a los defensores. La lucha violenta se prolonga más de una hora, sin que los fascistas logren avanzar una pulgada.

A las 10 y 45 el presidente reúne en el Salón Toesca a los ministros, subsecretarios y asesores que habían acudido a Palacio para estar junto a él, y les expresa que la lucha en el futuro necesitaría de conductores y cuadros, que todos los que estaban desarmados debían abandonar La Moneda en la primera ocasión posible y todos los que tenían armas debían continuar en sus puestos de combate. Naturalmente que ninguno de los colaboradores que carecían de armas estuvo de acuerdo con esta tesis del presidente; tampoco las hijas del presidente y demás mujeres que se encontraban en La Moneda, se resignaban a abandonar el palacio.

El combate prosiguió violento. Por los citófonos de Palacio los fascistas lanzan rabiosamente nuevos ultimátums, anunciando que si los defensores no se rinden emplearían de inmediato la Fuerza Aérea.

A las 11 y 45 el presidente se reúne con las hijas y restantes mujeres que en número de nueve se encontraban en el palacio, ordenándoles con toda firmeza que debían abandonar La Moneda, pues consideraba que no tenía sentido que murieran allí indefensas. Y de inmediato solicitó de los sitiadores una tregua de tres minutos para evacuar el personal femenino. Los fascistas no conceden la tregua, pero sus tropas comenzaban en esos instantes a retirarse de los alrededores de Palacio, para llevar a cabo el ataque aéreo, lo que produjo un impasse en el combate que permitió la salida de las mujeres.

A las 12 aproximadamente comienza el ataque de la aviación. Los primeros rockets cayeron en el Patio de Invierno que está en el centro de La Moneda, perforando los techos y estallando en el interior de las edificaciones. Nuevas oleadas de aviones y nuevos impactos se suceden unos tras otros, inundando de humo y de aire tóxico todo el edificio. El presidente da órdenes de recolectar todas las máscaras antigases, se interesa por la situación del parque y exhorta a los combatientes a resistir firmemente el bombardeo.

El parque de los fusiles automáticos de la guardia personal del presidente se estaba agotando después de casi tres horas de combate, por lo que el presidente ordenó derribar de inmediato la puerta de la armería de la Guarnición de Carabineros del palacio, donde podía encontrarse parte del armamento de aquélla. Al impacientarse por la tardanza de la información sobre dichas armas, él mismo, cruzando el Patio de Invierno se dirigió a la armería y observando que se demoraban en derribar la puerta ordenó que se emplearan granadas de mano en la operación, lográndose abrir un boquete en el cuarto de armas, de donde extrajeron cuatro ametralladoras calibre 30 y numerosos fusiles Sik, gran cantidad de parque, máscaras antigases y cascos.

El presidente ordena que todo se lleve de inmediato a los puestos de combate y personalmente recorre los dormitorios de los carabineros, recogiendo fusiles Sik y otros armamentos que allí quedaban. El propio presidente cargó sobre sus hombros numerosas armas para reforzar los puestos de combate, exclamando: «Así se escribe la primera página de esta historia. Mi pueblo y América escribirán el resto», lo que produjo profunda emoción en todos los que lo acompañaban.

Mientras el presidente transportaba pertrechos desde la armería, de nuevo se reanuda el ataque aéreo con violencia. Una explosión quebró cristales próximos al sitio donde se encontraba el presidente, lanzando fragmentos de vidrio que lo hieren por la espalda. Fue ésta la primera herida que sufrió. Mientras recibía atención médica ordenó que continuara el traslado de las armas, y no cesaba de preocuparse por la suerte de cada uno de los compañeros.

Minutos después los fascistas reanudan violentamente el ataque, combinando la acción de la Fuerza Aérea con la artillería, los tanques y la infantería. Según los testigos presenciales, el ruido, la metralla, las explosiones, el humo y el aire tóxico convirtieron al palacio en un infierno. No obstante la instrucción dada por el presidente de que se abrieran todos los grifos y llaves de agua para evitar el incendio de la planta baja, el palacio comienza a arder por el ala izquierda y las llamas se propagan hacia la Sala de los Edecanes y el Salón Rojo. Pero el presidente, que no se desalentó un solo instante, ni en los momentos más críticos, ordena hacer frente al ataque masivo con todos los medios disponibles.

Tuvo lugar entonces una de las mayores proezas del presidente. Mientras el palacio estaba envuelto en llamas se arrastró bajo la metralla hasta su gabinete, frente a la Plaza Constitución, tomó personalmente una bazuca, la dirigió contra un tanque situado en la calle Morandé -que disparaba furiosamente contra Palacio- y lo puso fuera de combate con un impacto directo. Instantes después otro combatiente pone fuera de acción un tercer tanque.

Los fascistas introducen nuevos carros blindados, tropas y tanques por la calle Morandé 80, intensificando el fuego por la puerta de acceso a La Moneda, mientras el palacio continuaba ardiendo. El presidente desciende a la planta baja con varios combatientes para repeler el intento de los fascistas de penetrar al interior del palacio desde la calle Morandé, rechazándolo.

Los fascistas suspenden entonces el fuego en ese sector y piden a gritos dos representantes del gobierno con carácter de parlamento. El presidente envía a Flores, secretario general de Gobierno y a Daniel Vergara, subsecretario del Interior, quienes salen por la puerta de la calle Morandé y se dirigen a un jeep militar que se encontraba enfrente. Esto tenía lugar aproximadamente a la una de la tarde. Flores y Vergara conversan con un alto oficial que se encontraba en dicho jeep. Al regresar a Palacio y ya próximo a la entrada, desde el mismo jeep les disparan a traición, recibiendo Flores un impacto en la pierna derecha y Daniel Vergara varios disparos por la espalda, que lo abatieron, siendo recogido por sus compañeros bajo el fuego protector de otros defensores.

Los fascistas habían pedido el parlamento para exigir de nuevo la rendición, ofreciendo facilidades al presidente y los defensores para abandonar Palacio y dirigirse al destino que escogieran. El presidente reiteró de inmediato su decisión de combatir hasta la última gota de sangre, interpretando no sólo su deseo, sino el de todos los heroicos defensores de Palacio. Desde la planta baja resistieron las embestidas procedentes de Morandé, mientras la entrada principal de Palacio estaba ya prácticamente destruida.

Próximo a la 1 y 30, el presidente sube a inspeccionar las posiciones de la planta superior. A estas alturas numerosos defensores habían perecido por la metralla, las explosiones o calcinados por las llamas. El periodista Augusto Olivares asombró a todos por su comportamiento extraordinariamente heroico. Habiendo sido herido grave, fue atendido y operado en la sala médica de Palacio, y cuando todos lo suponían yaciendo en una cama, con el arma en la mano ocupó de nuevo su puesto de combate en el segundo piso junto al presidente. Sería prolijo enumerar aquí los nombres y los actos de heroísmo de los combatientes que allí se destacaron.

Pasada la 1 y 30 los fascistas se apoderaron de la planta baja de Palacio, la defensa se organiza en la planta alta y prosigue el combate. Los fascistas tratan de irrumpir por la escalera principal. A las 2 aproximadamente logran ocupar un ángulo de la planta alta. El presidente estaba parapetado, junto a varios de sus compañeros, en una esquina del Salón Rojo. Avanzando hacia el punto de irrupción de los fascistas recibe un balazo en el estómago que lo hace inclinarse de dolor, pero no cesa de luchar; apoyándose en un sillón continúa disparando contra los fascistas a pocos metros de distancia, hasta que un segundo impacto en el pecho lo derriba y ya moribundo es acribillado a balazos.

Al ver caer al presidente, miembros de su guardia personal contraatacan enérgicamente y rechazan de nuevo a los fascistas hasta la escalera principal. Se produce entonces, en medio del combate, un gesto de insólita dignidad: tomando el cuerpo inerte del presidente lo conducen hasta su gabinete, lo sientan en la silla presidencial, le colocan su banda de presidente y lo envuelven en una bandera chilena.

Aun después de muerto su heroico presidente, los inmortales defensores del palacio resistieron durante dos horas más las salvajes acometidas fascistas. Sólo a las cuatro de la tarde, ardiendo ya durante varias horas el Palacio Presidencial, se apagó la última resistencia.

Muchos se asombrarán de lo que aquí se acaba de narrar. Y así es, sencillamente asombroso. La alta oficialidad fascista de los cuatro cuerpos armados se había levantado contra el gobierno de la Unidad Popular y sólo cuarenta hombres resistieron durante siete horas el grueso de la artillería, los tanques, la aviación y la infantería fascista. Pocas veces en la historia se escribió semejante página de heroísmo.

El presidente no sólo fue valiente y firme en cumplir su palabra de morir defendiendo la causa del pueblo, sino que se creció en la hora decisiva hasta límites increíbles. La presencia de ánimo, la serenidad, el dinamismo, la capacidad de mando y el heroísmo que demostró, fueron admirables. Nunca en este continente ningún presidente protagonizó tan dramática hazaña. Muchas veces el pensamiento inerme quedó abatido por la fuerza bruta. Pero ahora puede decirse que nunca la fuerza bruta conoció semejante resistencia, realizada en el terreno militar por un hombre de ideas, cuyas armas fueron siempre la palabra y la pluma.

Salvador Allende demostró más dignidad, más honor, más valor y más heroísmo que todos los militares fascistas juntos. Su gesto de grandeza incomparable, hundió para siempre en la ignominia a Pinochet y sus cómplices.

¡Así se es revolucionario!

¡Así se es hombre!

¡Así muere un combatiente verdadero!

¡Así muere un defensor de su pueblo!

¡Así muere un luchador por el socialismo!

Las ultimas palabras del compañero presidente Salvador Allende:

«Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que el sacrificio no será en vano. Tengo la certeza que por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.


LA HISTORICA CONVERSACION SE PROYECTA HOY POR PRIMERA VEZ EN LA TELEVISION ARGENTINA, A 39 AñOS DEL GOLPE EN CHILE

Allende y Fidel en un diálogo para todos los tiempos

Cuando Castro visitó Santiago, en noviembre de 1971, mantuvo una reunión con el presidente chileno. Hablaron sobre la revolución, el imperialismo, los medios y el futuro de América latina. Hoy resultan más habituales los encuentros entre líderes progresistas.


Fidel le transmitió sus impresiones sobre el proceso chileno.

Por Emanuel Respighi

Página 12

En noviembre de 1971, los ojos del mundo entero estuvieron puestos en este lado del planeta, probablemente como nunca antes. Es que el 10 de noviembre de ese año, a las 17, el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, pisó suelo chileno para realizar una gira por el país trasandino que duraría veinte días y numerosos discursos. La atención mundial tenía un sentido: Castro se reuniría con Salvador Allende, el presidente que había logrado encabezar el primer gobierno socialista en ser electo de la región. Si bien hoy resultan habituales los encuentros entre mandatarios de gobiernos progresistas de la región, para la época el encuentro Allende-Castro era toda una novedad. Y también representaba una amenaza para el statu quo económico y político de entonces. De aquella visita, quedó registrada una histórica y jugosa charla que mantuvieron los líderes políticos, cuya cinta se creía perdida. Sin embargo, más de cuatro décadas después, El diálogo de América no sólo fue recuperado, sino también restaurado para su proyección, por primera vez en la TV argentina, a través de Canal 7, que lo estrena hoy a las 22.30.

Probablemente no haya explotado las posibilidades cinematográficas de su tiempo. Seguramente, desde el punto de vista técnico y creativo, el material deje mucho que desear. Pero ninguna de esas carencias visuales puede opacar el valor histórico y político de la charla en la que Castro y Allende se encontraron en noviembre de 1971. El encuentro, que se produjo en la casa presidencial de Tomás Moro, fue documentado por el periodista Augusto Olivares y el cineasta Alvaro Covacevich. Con motivo del aniversario a 39 años del golpe militar en Chile, que se cumplió ayer, Canal 7 emite dentro de Ficciones de lo real (presentada por Pedro Brieger) esta suerte de “clase abierta y charlada” entre dos de las máximas figuras de la política latinoamericana. En ella, los mandatarios intercambiaron opiniones sobre la revolución, el subdesarrollo, el imperialismo, la oligarquía, la dependencia cultural y económica y el futuro de América latina.

El diálogo de América fue estrenado mundialmente en París en abril de 1972, como testimonio de la lucha por el proceso chileno, siendo presentado por el escritor Pablo Neruda y por el actor Marcel Marceau. Luego de su presentación, se perdió la pista del documental, que recién fue recuperado entre el patrimonio de Covacevich, que tras el golpe militar de 1973 se exilió en México. Para esta proyección en la TV argentina, el film fue adaptado por Canal Encuentro para cumplir con ciertos parámetros técnicos, aunque el diálogo fue conservado en su totalidad y sin modificación alguna.

En una charla relajada, a pleno sol en los jardines de la casa presidencial chilena, Allende y Castro reflexionan sobre los procesos revolucionarios que –con sus diferencias– cada cual llevaba por entonces en sus países. A cuatro décadas de haberse producido, el registro de aquel diálogo íntimo, casi “casero”, adquiere trascendencia tanto por la vigencia de algunas problemáticas que los líderes visibilizaban, como por lo anacrónico que resultan algunas de sus opiniones, en virtud de los sucesos que, el 11 de septiembre de 1973, acabarían con el gobierno socialista y la vida del presidente chileno, que se suicidó en La Moneda tras una dura batalla con las Fuerzas Militares. También allí, ese día, acorralado por los golpistas, se suicidó Olivares, el periodista que condujo la entrevista de El diálogo de América.

La revolución y los obstáculos

–La motivación de los pueblos en su lucha a través de la historia es variadísima. ¿Cómo podría usted definir, Comandante, la motivación de la lucha del pueblo cubano?

Fidel Castro: –Digamos por lo menos, de acuerdo con nuestra concepción, que el gran motor de la historia han sido las luchas de las masas oprimidas contra los opresores. En nuestro país existía la doble motivación: era un país sometido y humillado por el imperialismo y, además, dentro de esa situación, una gran masa de campesinos sin tierra, una gran masa obrera explotada, en las condiciones de miseria espantosa, falta total de asistencia médica para las capas pobres de la población, deficiente sistema educacional y porcentaje altísimo de analfabetos, falta de perspectivas para la juventud, cientos de miles de desempleados. Es decir, que había una situación social desesperante, podríamos decir que la gran motivación de nuestro pueblo era la lucha por la vida.

–Presidente Allende, la experiencia política chilena es seguida con atención en todo el mundo. Es una experiencia que tiene obstáculos. ¿Cómo podría usted definir esos obstáculos?

Salvador Allende: –¿Te das cuenta, Fidel? ¡Tres minutos para definir los obstáculos de una revolución que tiene que hacerse dentro de la democracia burguesa y con los cauces legales de esa democracia! Hemos avanzado. Obstáculos... nacen de qué. En primer lugar, de una oligarquía con bastante experiencia, inteligente, que defiende muy bien sus intereses y que tiene el respaldo del imperialismo, dentro del marco de una institucionalidad en donde el Congreso tiene peso y atribuciones, y donde el gobierno no tiene mayoría. De allí entonces que las dificultades sean bastante serias y hace que el proceso revolucionario chileno, dentro de los marcos de esta legalidad, encuentre cada día y en cada momento obstáculos para el avance del cumplimiento del programa de la Unidad Popular. Usted comprende que las dificultades en el caso nuestro también están en relación con una libertad de prensa que es mucho más que una libertad de prensa. Que es un libertinaje de la prensa. Se deforma, se miente, se calumnia, se tergiversa. Los medios de difusión con que cuentan son poderosos, periodistas vinculados a intereses foráneos y a grandes intereses nacionales. No sólo no reconocen sino que deforman las iniciativas nuestras. Todo esto, teniendo nosotros que respetar las conquistas que el pueblo alcanzó y de las cuales lógicamente hace uso y mal uso la oposición al gobierno popular. Por eso, y tú lo has dicho también y lo has reconocido, que las dificultades que se nos presentan a nosotros son bastante...

F. C.: –¡Son admirables las dificultades que tienen!

S. A.: –Ya ves tú.

–Y a pesar de los obstáculos, ¿se puede llevar adelante el proceso?

S. A.: –Y se avanza. Ya lo he dicho: el cobre es nuestro, el hierro es nuestro, el salitre es nuestro, el acero es nuestro; es decir, las riquezas básicas las hemos conquistado para el pueblo.

F. C.: –Bueno, yo tengo una impresión, que esa resistencia acude a los procedimientos clásicos, además más desarrollados. Es un procedimiento que nosotros calificamos de fascista y que tratan por tanto de ganar masa, con la demagogia si es posible de los sectores más atrasados de las capas humildes, y ganar masa en las capas medias. Y entonces hará falta una cuestión por demostrar: si esos intereses se resignaran pasivamente a los cambios de estructura que la Unidad Popular y el pueblo chileno han querido llevar adelante. Y es de esperar, si nosotros vamos a analizar teóricamente esta cuestión, que hagan resistencia fuerte e incluso violenta. De manera que ése es un factor que no se puede descontar en absoluto en la actual situación chilena, a mi juicio, que es el juicio de un visitante, que viene de un país que está en otras condiciones. Es como un viaje de un mundo a otro mundo.

S. A.: –Tú lo has dicho y yo creo que es muy justo; los revolucionarios nunca han generado la violencia. Han sido los sectores de los grupos golpeados por la revolución los que generan la violencia en la contrarrevolución.

F. C.: –Mantuvieron los sistemas por la violencia, así los defienden, por la violencia.

Las convicciones y el golpe

–¿Qué piensa usted, presidente, que se produciría en Chile si la contrarrevolución se alzara?

S. A.: –El pueblo está en el gobierno, si lograran ellos lo que no van a conseguir, derrocar a este gobierno, se caería en el caos, en la violencia, en la lucha fratricida...

F. C.: ¡Y en el fascismo!

S. A.: ¡Ah! Claro. El imperialismo, que ha estado y está detrás de todos los procesos para atajar la revolución, que significa los cambios y su derrota, en Chile no va a poder desembarcar. En Chile no va a intervenir materialmente. Pero busca otros caminos, cual es alentar a los grupos reaccionarios e incubar a los grupos fascistas, y utilizan la demagogia y movilizan los grupos de menor conciencia social. Pero tengo la seguridad y la certeza absoluta de la respuesta implacable y dura del pueblo, y personalmente: yo cumplo una tarea. Yo no estoy ahí para satisfacer una vanidad personal. Yo soy un luchador de toda mi vida. He dedicado mi esfuerzo y mi capacidad a hacer posible el camino al socialismo. Y cumpliré el mandato que el pueblo me ha entregado. Lo cumpliré implacablemente. Cumpliré el programa que le hemos prometido a la conciencia política de Chile. Y aquellos que desataron siempre la violencia social, si desatan la violencia política, si el fascismo pretende utilizar los medios con que siempre arrasó a los que pretendieron hacer la revolución, se encontrarán con la respuesta nuestra y mi decisión implacable. Yo terminaré de presidente de la república cuando cumpla mi mandato. Tendrán que acribillarme a balazos, como lo dijera ayer, para que deje de actuar.

F. C.: –Yo realmente admiro mucho ese pronunciamiento tuyo. Y eso será una bandera para el pueblo. Porque cuando los dirigentes están dispuestos a morir, el pueblo está dispuesto a morir y dispuesto a hacer lo que sea necesario. Y ése ha sido un factor muy esencial en todo proceso político revolucionario.


ALLENDE Y LA VÍA CHILENA AL SOCIALISMO

Homar Garcés
Treinta y nueve años luego de acaecido el sangriento golpe de Estado perpetrado en Chile por las fuerzas armadas capitaneadas por el General Augusto Pinochet, aún se discute si el gobierno del Presidente Salvador Allende habría derivado o no hacia un gobierno eminentemente popular y radical que facilitara la construcción del socialismo revolucionario en dicho país. En tal sentido, mucho se ha afirmado -a veces sin una base argumental sólida- que todo ello fue causado por las pugnas y los fraccionalismos de los diversos factores políticos de izquierda que conformaran la Unidad Popular mediante la cual ganara Allende la presidencia de la república, aparte de las intrigas y el intervencionismo del imperialismo yanqui, como se comprobara después. Sin embrago, frente a esta opinión generalizada, se levanta otra que establece que una gran cuota de responsabilidad recae en el martirizado Allende y su gobierno al intentar una vía al socialismo utilizando las herramientas de la democracia representativa, buscando apoyarse en una alianza con sectores de la burguesía chilena, obviando lo que la historia siempre ha puesto al descubierto: la imposibilidad de contar con la burguesía para hacer una revolución socialista que termine afectando sus privilegios e intereses capitalistas, en una hibridación ilusoria que nada más ha favorecido a los sectores burgueses desde que éstos empezaran a dominar la escena política al producirse la Revolución Francesa en 1789 y, mucho antes, cuando Oliver Cromwell hiciera lo propio en Inglaterra.

Desde entonces -y a la luz de lo que tiene lugar actualmente en naciones como Ecuador, Bolivia o Venezuela- se ha planteado y creído que la vía chilena al socialismo sería algo posible y permanente si se conquistan los mismos mecanismos legalizados utilizados por los sectores dominantes, esperando que algún día se concreten las condiciones subjetivas y objetivas que hagan del proletariado -en términos clásicos- el sujeto histórico de la revolución socialista. Esto ha supuesto diferentes modos de entender la realidad nacional en cada país, con el error común de quererlos aplicar como ley universal, sin atender a las peculiaridades de cada uno. Así, se recurre a formulaciones automáticas de aportes teóricos que pudieron servir coyunturalmente de guía de acción revolucionaria en algún tiempo y latitud, pero que hoy requieren redefinirse sin que se interprete como una negación -también automática- de su posible vigencia.

Por ello, la experiencia impulsada por Salvador Allende no puede simplificarse así nomás y terminar en el terreno común de señalar que la misma sólo hubiera sido consolidada mediante las armas, negando con esto las perspectivas que crearía un mejor nivel de organización, de movilización y de formación revolucionaria de los sectores populares, liderados por una vanguardia revolucionaria debidamente formada y consciente de la necesidad histórica de demoler radicalmente las estructuras políticas, sociales, culturales y económicas que han legitimado la explotación, las injusticias y la hegemonía capitalistas. Basta ver cómo la correlación de fuerzas favorece en la actualidad a los sectores populares de nuestra América, conformando un abanico de opciones que, aun siendo diferentes en su concepción e intereses, coinciden en la necesidad urgente de trascender al capitalismo y de remover desde sus cimientos las relaciones perniciosas que éste ha generado para reproducirse en contra de los valores esenciales de la humanidad; todo lo cual podría concretarse de tomarse en cuenta los pormenores de la experiencia transformadora de Allende en Chile, de manera que esto sirva para cuidarse de los errores entonces cometidos.-


CHILE ANIVERSARIO GOLPE

Un muerto, 10 heridos y más de 70 detenidos por las protestas en Chile

Un carabinero fallece durante las manifestaciones por el 39 aniversario del golpe de Estado contra Salvador Allende

El País Santiago 12 SEP 2012 - 16:05 CET

Policías chilenos se enfrentan con manifestantes en Santiago, Chile. / ARIEL MARINKOVIC (AFP)

El director de Carabineros, general Gustavo González, dijo pasada la medianoche de este martes, que debido a las protestas con motivo del 39 aniversario del golpe de Estado "tengo que informar la trágica muerte de uno de nuestros hombres que recibió una bala en el pecho.

El carabinero muerto durante las protestas, Cristián Martínez Badilla. / EFE

El jefe de la zona metropolitana de Carabineros, Luis Valdés, dijo a los periodistas que la víctima fue identificada como el cabo Cristián Martínez Padilla, motorista de la Comisaría de Quilicura y que en el momento de recibir el disparo intentaba detener el saqueo a un supermercado.

A la entrada del hospital institucional, el general González señaló que había otros diez carabineros heridos, dos de ellos a bala y más de 70 detenidos en las diversas manifestaciones que se han registrados en la periferia de la capital chilena.

Los detenidos corresponden a los incidentes registrados en las comunas de San Bernardo, Peñalolén, La Pincoya, Puente Alto, Maipú, Pudahuel, San Ramón y La Florida y en la combativa Villa Francia, entre otras.

Mientras tanto varios sectores de la ciudad permanecían a oscuras a consecuencia de las cadenas que manifestantes han lanzado al tendido eléctrico produciendo cortocircuitos.

Según Chilectra, más de 25.000 personas se mantienen sin energía eléctrica y la empresa ha indicado que una vez que se acaben los focos de protestas sus hombres saldrán a reparar los desperfectos.

Valdés señaló que en las refriegas se escucharon muchos disparos y explosiones y precisó que la policía debió utilizar en algunos lugares como la Villa Francia, situada a unas 25 manzanas del centro de la capital, vehículos blindados "debido a la gran cantidad de disparos", que dejaron un carabinero herido y un civil.

Explicó que en diversas zonas de la periferia de la capital chilena, encapuchados destruyeron semáforos y prendieron fuego a dos microbuses de la locomoción colectiva y se enfrentaron a la policía a balazos.

En esta línea, decenas de personas caminaban a pie hasta sus hogares debido a que los vehículos no pudieron entrar en los villorrios donde eran apedreados.

En otras ciudades también los familiares de las víctimas de la dictadura han celebrado actos para conmemorar este aniversario.

En Valparaíso, ciudad sede del poder legislativo, situada a 120 kilómetros al noroeste de Santiago, unas 30 personas ocuparon la avenida Argentina, donde levantaron barricadas e incendiaron fogatas, produciéndose graves enfrentamientos con la policía.

Lo mismo ocurrió en la ciudad de Valdivia, en el sur de Chile, donde los encapuchados quemaron neumáticos, se enfrentaron con la policía y asaltaron un supermercado.

onimato.

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