El secuestro de Florencia Macri
Mauricio Macri y su hermana Florencia, luego de la liberación
Por Juan Salinas
Franco Macri pagó el rescate por su hija
Florencia dónde los secuestradores le indicaron: el Club Hípico San
Jorge, en Hurlingham. Quienes secuestraron a Mauricio Macri en 1991
tenían su cuartel general en una agencia de seguridad y vigilancia de la
calle Cons-titución al 2700, llamada San Jorge. ¿No fue el lugar
escogido para el pago un mensaje mafioso? ¿No dice acaso dicho mensaje:
"no jodas con nosotros: somos los mismos de entonces?". ¿Es posible que
haya relación entre quienes secuestraron a Mauricio y quienes hicieron
lo propio con Florencia doce años después?
La posibilidad de que haya
un hilo conductor entre los secuestradores de Mauricio Macri y los de
su medio hermana Flor no es desdeñable, puesto que los jefes de la banda
que secuestro al primero jamás fueron atrapados.
Quienes
secuestraron a Mauricio en 1991 ya habían hecho lo propio anteriormente
con una docena de empresarios o familiares de empresarios judíos- a
partir de 1978, cuando raptaron a Karina Werthein, de 16 años, a quien
mantuvieron en cautiverio en condiciones de extremado sadismo durante
más de medio año. Tanto terror causaban a sus víctimas que sólo la mitad
de esos secuestros fueron denunciados.
Ese pavor estaba justificado:
de los seis casos denunciados, dos de los secuestrados fueron
asesinados: Julio Dudoc en 1980 y Rodolfo Clutterbuck en 1988. El
insólito comportamiento de los Macri refuerza aquella presunción. Hoy,
como ayer, se muestran mucho más interesados en proteger a sus
secuestradores que en colaborar para que sean atrapados. Mau-ricio Macri
mintió descaradamente en 1991 acerca del lugar donde lo habían liberado
e incluso ocultó hasta muchos años después el hecho de que mientras
estaba secuestrado todas las noches lo amenazaran con matarlo si su
padre no se avenía a pagar un rescate que, también mucho después se
supo, ascendió a los seis millones y medio de dólares; Franco Macri
dictó todo un libro de memorias sin hacer prácticamente referencia a
aquél episodio y quien haya escuchado en las últimas horas a "Flor"
decir entre balbuceos e irritantes monosílabos que no sabe nada de nada
acerca de quienes la secuestraron y a dónde la llevaron no podrá menos
que colegir que la jovencita de frente despejada y mirada avispada o
bien es inesperadamente subnormal, o bien ha sido aleccionada por su
papi y su (medio) hermano mayor para fingir demencia. Y Mauricio volvió a
decir una mentira flagrante cuando aseguró que había hecho la denuncia
policial dentro de las 24 horas de producido el rapto de Florencia.
¿Este
comportamiento se debe exclusivamente al miedo? A juzgar por los ac-tos
de los Macri, no lo parece. ¿Entonces? Un indicio lo ofreció poco
después de la liberación de Mauricio el más famoso de los muchos
secuestradores surgidos de los "grupos de tareas" de la última
dictadura, Raúl Gu-glialminetti, quien estuvo brevemente detenido como
sospechoso de haber participado en el hecho y conocía personalmente a
varios miembros de la llamada "Banda de los comisarios".
Guglielminetti
explicó que "la mano de obra desocupada", es decir los ex miembros de
los "grupos de tareas" estaban resentidos con Franco Macri "porque en
1976 nos dejaba diez autos nuevos con las llaves puestas en Campo de
Mayo para que saliéramos a operar y cuando llegó Alfonsín se trasvistió
de demócrata y nos dejó en la estacada". Dicho de otro modo: el gran
despegue económico de Franco -y por ende del clan- se produjo durante la
noche más oscura de la historia argentina, y muchos sicarios de
entonces, quizá conociendo detalles incómodos para Macri de aquél súbito
enriquecimiento, le cobran peaje. Es decir, lo extorsionan.
Guglielminetti,
a quien gusta que lo llamen "mayor Rogelio Guastavino" había sido
previamente socio de otro antiguo "personal civil" del Ejército, miembro
de los "grupos de tareas" y secuestrador, Leandro Sánchez Reisse.
Durante la noche negra de la dictadura, además de algunos secuestros
-como el Fernando Combal- ambos habían organizado en Miami la sede del
"Grupo de Tareas Exterior" de un Ejército embarcado en una guerra sucia y
secreta contra el gobierno sandinista de Nicaragua y los rebeldes
salvadoreños.
En ocasión del secuestro de Mauricio, Sánchez Reisse
regresó a la Argen-tina reciclado como "agente externo" del FBI, algo
así como "colaborador permanente". Lo hizo junto a miembros plenos del
Buró y se reunió con el jefe de la Policía Federal, comisario general
Jorge Passero, a quién le preguntó si el secuestro de Mauricio, tal como
se decía, le había sido encargado a miembros y ex miembros de la PFA
por la mafia italo-americana.
Un extendido rumor aseguraba por
entonces que Franco no había saldado algunas deudas, al parecer
contraídas antes de hacerse cargo con su empresa Manliba de la recogida
de basuras en la ciudad de Buenos Aires.
En aquella ocasión, la única
en que la plana mayor de la Policía Federal se juramentó para cercenar
la rama podrida de la repartición vinculada a los secuestradores, la
pretendida amputación quedó rebajada a cirugía estética. Resultó así,
entre otras cosas, porque lo que permitió desarticular a la "Banda de
los comisarios" fue el "soplo" de un antiguo miembro de la misma, el
subcomisario (R) Alfredo Hugo "Poroto" Vidal, y dicha infidencia fue
objeto de una larga negociación, que no sólo incluyó dinero y la
radicación del Poroto Saltarín en España.
De resultas de ello, todo
el mundo fingió creer la ficción de que aquella banda había sido
dirigida por el oficial subinspector José Ahmed (quien hacia escasos
meses que había salido de la cárcel dónde había purgado una condena por
el primer secuestro, en 1979, del banquero Osvaldo Sivak y era poco
menos que un leproso para los policías en actividad) y se preservó a su
hermano mayor, el comisario general (R) Ismael, ex superintendente de
Comunica-ciones durante El Proceso militar (es decir, encargado de
establecer las "áreas libres", también llamadas "zonas liberadas")
quien, como José, había sido retirado compulsivamente a raíz del primer
secuestro de Sivak.
Era precisamente Isma-el Ahmed -quien
oficialmente se desempeñaba co-mo jefe de seguridad del banco Exprinter-
el titular de la agencia de seguridad San Jorge. Sus hermanos José y
Camilo (que no era oficialmente policía, sino un civil adscripto, lo que
se conoce como un "pluma") eran socios menores. Ca-milo, por cierto,
enmudeció para siempre luego de que se "suicidara" arrojándose desde el
doceavo piso de un céntrico edificio marplatense con un tiro en la sien
izquierda.
La "Banda de los comisarios" era un desprendimiento de una
banda aún más grande, llamada "Los Arcángeles" en la que se nuclearon
al término de la dictadura los policías que habían participado en el
"grupo de tareas" conformado por azules bajo supervisión de los "verdes"
del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército. Esta banda incluso salió
a la luz oficialmente a fines de 1986 como "Orden de San Gabriel
Arcángel", una cofradía policial supuestamente dedicada a defender a la
Virgen de Luján de sus eventuales enemigos.
Vinculada pronto a los
levantamientos carapintadas y a negocios non sanctos -como los
desarmaderos de automóviles y el tráfico de drogas- cuando se produjo
una serie de sospechosos asesinatos de comisarios a manos de supuestos
ladrones, Enrique Sdrech escribió en Clarín un artículo -que no se
atrevió a firmar- en el que puso en duda la hipótesis de que los
asesinos hubieran sido simples malhechores.
Horas después su
domicilio fue estruendosamente baleado por una decena de armas de guerra
diferentes mientras uno de los agresores pintaba en la entrada del
edificio la leyenda "Pensá en tus nietos" y firmó con una cruz
invertida, es decir, con una espada: el símbolo de los Arcángeles.
La
existencia tangible de "Los Arcángeles" se expuso a la luz pública
durante el juicio oral y público a los asaltantes del cuartel de La
Tablada y fue minuciosamente investigada por el entonces juez y actual
camarista Martín Irurzun, que llegó a la conclusión de que tenía más de
un centenar de miembros organizados en células de tres, llamadas
"nodos".
Sin embargo, en diciembre de 1990, el entonces ministro del
Interior, Eduardo Bauzá, anunció públicamente que con la detención de
una docena de suboficiales de la PFA, "Los Arcángeles" habían quedado
desarticulados.
Del mismo modo, al año siguiente, luego de la
liberación de Mauricio Macri, la "Banda de los comisarios" resultó
oficialmente dirigida por el incineradísimo ex inspector José Ahmed y
entre sus miembros no se encontró a comisarios ni subcomisarios, lo que
fue convalidado recientemente por la muy complaciente instrucción del
juez federal Rodolfo Canicoba Corral.
Que José Ahmed no era el jefe
de la banda era tan obvio que cuando al comisario Passero un colega del
semanario Noticias le preguntó tras la liberación de Mauricio si seguía
habiendo delincuencia organizada dentro de las filas de la PFA, Passero
contestó: "Y... sigue habiendo una banda terrible revoloteando por ahí".
Luego
vinieron los atentados a la embajada de Israel y la AMIA, en los que
las custodias de la Policía Federal fueron levantadas poco antes de las
explosiones y grupos de policías se dedicaron luego a la destrucción
sistemática de evidencias y la creación fantasiosa de otras.
El
atentado a la AMIA provocó el descabezamiento de Passero y toda la
cúpula policial y su reemplazo por el comisario Juan Adrián Pelacchi y
sus hombres, casi todos miembros de la vieja cofradía de supuestos
protectores de la Virgen.
Uno de los sospechosos de haber participado
en el atentado de la AMIA, el sirio radicado desde niño en la Argentina
Alberto Jacinto Kanoore Edul reconoció públicamente ser amigo desde
entonces de sus vecinos, los hermanos Ahmed. Una pista que jamás se
siguió no sólo porque la PFA mostró suma pereza en hacerlo sino también
porque el padre de Edul conocía también desde hacía añares tanto al
entonces presidente Carlos Menem como a Monzer al Kassar.
Los
expertos coinciden en que para desbaratar duraderamente a las bandas de
secuestradores, es imprescindible capturar a sus cerebros y
organizadores, que son el elemento permanente, puesto que la "mano de
obra" es contratada ad hoc para cada "trabajo" a cambio de un porcentaje
de lo obtenido. "Estas bandas son como las tenias, aunque algunos
miembros vayan presos, se rehacen a partir de sus cabezas", filosofó uno
de los más solventes.
Estos peces gordos gozan hasta hoy de una increíble protección.
Así,
no es para nada imposible que el mismo cerebro que hace doce años salió
indemne de la desarticulación parcial de la banda que secuestró a
Mauricio Macri, haya logrado ahora la complicidad, además de algunos
miembros de la PFA, de un alto jefe de la policía bonaerense que fue
trasladado del norte del conurbano hacia el sur precisamente por
sospechárselo involucrado en la protección a bandas que cometieron
sonados secuestros.
En cualquier caso, mientras en el juzgado de
María Romilda Servini de Cubría se resisten a abandonar por completo la
hipótesis del autosecuestro, cuando aun para quienes no creemos en ella
subsisten todos los graves interrogantes reseñados, el hecho que
Mauricio Macri se haya lanzado a tratar de capitalizar el secuestro de
su media hermana para acceder al gobierno de la Ciudad, resulta
indignante. Y que pretenda hacerlo en nombre de la "mano dura" (cuando
la suya ha sido tan pero tan blanduzca) es sencillamente intolerable.
Y
que no haya habido periodistas importantes que lo hayan destacado sólo
es una prueba más de la decadencia de este antaño noble oficio..
Fuente: La Voz y la Opinión
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