lunes, 25 de febrero de 2013

El Lanata de Majul



Un Casanova alto, siempre al palo, campeón de las señoras gordas

Lanata. Secretos, virtudes y pecados del periodista más amado y más odiado de la Argentina, por Luis Majul, Buenos Aires, Margen izquierdo, 2012, 449 páginas.
A Julio Mendioroz, que me lo prestó en la playa. Por Juan Salinas


En su extensa biografía del periodista con el que rivalizó, peleó y al fin canibalizó, exitosa ópera prima de su nuevo sello bibliográfico, Margen Izquierdo, Luis Majul aumentó notoriamente la talla del personaje ("Lanata midió siempre un metro noventa", macaneó en la página 198, a pesar de que en su plenitud no llegó a 1,80). En otras varias partes del libro el periodista estrella del Grupo Clarín aparece diciendo que tuvo "centenares" de amantes ("cientos de chicas en cientos de lugares", fanfarroneó). Lanata también aseguró haber pasado varios años, acaso cinco, esnifando 8 gramos de cocaína diarios, dosis que muchos estiman mortal de necesidad de consumirse un solo día. Excepto, acaso, para Rasputín, que, dicen, cometía todo tipo de excesos.

Estos tres datos concatenados permiten por si mismos trazar un escorzo, esbozar una idea acerca del propósito de una biografía que por momentos asemeja a la del barón de Munchausen, es decir: persigue crear un mito. Porque, si bien, Majul tiene claro que el biografiado no da para una hagiografía (ni ésta se vendería, al público suelen gustarse más los pecadores que los santos) no se privó de ditirambos como los expuestos.

La biografía de marras también es complaciente por algunas omisiones notorias. Por ejemplo y para comenzar, nada dice del frustrado intento del joven Lanata por hacer pie en El Periodista, semanario en el que él mismo Majul trabajaba. Y es que el staff dirigente de dicha revista, integrado por periodistas de larga trayectoria muchos de los cuáles habían marchado al exilio durante la dictadura, lo consideraba un advenedizo que escribía como la mona y no le dio cabida. Tampoco menciona Majul la defensa que Lanata hizo de los García Belsunce y minimizó sus episodios de plagiario (http://www.pajarorojo.info/2012/07/lanata-un-plagiario-contumaz.html).

Lanata, cuyo primer trabajo significativo como periodista fue el de secundar a Eduardo Aliverti en su programa Sin anestesia, ingresó por la puerta grande al El Porteño. Se la abrió de par en par su fundador y propietario, Gabriel Levinas, hoy uno de sus columnistas. Y fue un bluff.

El Porteño

Levinas lo cuenta así: "Lanata vino a la revista con las cintas del caso Ítalo (la compañía de electricidad estatizada fraudulentamente por el ministro José Alfredo Martínez de Hoz, quien antes había sido uno de sus directivos). Las quería pasar en Radio Belgrano, pero por alguna razón, no pudo. Cuando las escuché, me asusté. Le sugerí que las devolviera al Congreso (de dónde habían sido sustraídas) porque eran de su propiedad. Discutimos mal. Al final salieron. Se armó un escándalo descomunal".

El motivo por el que las autoridades de la estatal Radio Belgrano (no recuerdo si a la cabeza de la intervención estaba Daniel Divisnky o Julia "Chiquita" Constenla) no quisieron emitir el casete fue que estimaron que su emisión beneficiaría a Martínez de Hoz. Lo confirmó el gran periodista Rogelio García Lupo, que entonces asesoraba a la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados que le tomó declaración al ex ministro de Economía en una sesión reservada, sin periodistas ni taquígrafos.

La grabación clandestina en dos microcasetes había llegado a los periodistas de manos de uno de los diputados que integraban la comisión, el justicialista de extracción sindical Héctor Basualdo, denunciaron públicamente Levinas y Lanata al explicar por qué no ofrecían a los lectores de El Porteño el audio de aquella sesión. Sin embargo, inagurando su máxima rectora de no dejar nunca que la realidad le arruine una buena nota, luego de una portada rimbombante: "Ítalo: cortocircuito en el Congreso. Reportaje a Basualdo. Historia de traiciones (…) La nota que no publicamos", Lanata redactó el cuerpo principal de esa primera nota de tapa suya, en el número 35 de enero de 1985: un texto tan pobre que, a fin de disimularlo, se presentó arropado por seis recuadros.

Justificaciones

Para justificar su traición a Basualdo, Lanata le atribuyó a un ignoto cronista de una agencia de noticias la revelación de que "viene de la derecha católica del peronismo y hay quienes lo relacionan con los servicios de la Fuerza Aérea", sin atreverse a decirlo él mismo de frente march. En su afán de ensuciar a Basualdo para justificar su traición, también se refirió a  "distintas versiones sobre los asesores de la comisión", como "las que mencionan a un asesor de Basualdo, Jorge Pagani, abogado de la ultraderecha católica, como ex funcionario de la Policía Federal...". Pero respecto al interrogatorio de Martínez de Hoz en sí, apenas reveló que "una sola pregunta por parte de uno de los diputados (de la comisión investigadora) testimonia cualquier  evaluación que pueda hacerse de la investigación: en ella se le pide disculpas al ex ministro porque 'no queremos hacerlo contradecirse, pero lo que pasa es que no me quiere contestar'". Eso fue todo.

Antes de terminar, Lanata siguió justificando la paradoja de que, después de haber anunciado largamente por radio que iba a publicar el interrogatorio a "Joe", no lo había hecho. Postuló que al entregarles los casetes, Basualdo los había puesto en un brete: "… nos encontramos en medio de una maniobra que, desde la interna, aparentemente pretendía desbaratar la comisión. De haberse publicado las declaraciones de Martínez de Hoz, éste se negaría sistemáticamente a declarar, aduciendo falta de privacidad en el juicio secreto que se lleva cabo (...) En eso pensábamos Levinas y yo cuando subíamos las escaleras del Congreso para entregarle el material al presidente de la Cámara".

En el primero de los seis recuadros que acompañaron a la nota principal para disimular su absoluta falta de sustancia y abriendo el paraguas ante la segura repulsa de muchos periodistas, bajo el título "La nota que no hicimos" Levinas escribió que "El asunto de los cassettes de la Italo es un asunto de tres delitos simultáneos. Voy a a pasar a enumerarlos de menor a mayor. El primero: traicionar a la fuente de información (...) yo traicioné esa vieja norma al reservar la información y denunciar al diputado Basualdo, la fuente (...) El segundo delito (hubiera sido): divulgar información secreta (...) El tercero y más grave es el cometido por el ex ministro Martínez de Hoz". Y agregó: "Misteriosamente, el mágico hecho de devolver los cassettes para mantener el secreto y continuar la investigación del delito principal invirtió las prioridades: la ruptura de la tradición del secreto periodístico pasó a ser el delito principal.

Una voz disidente

En otro de los recuadros, "Este cassette se autodestruirá en 5 segundos", Ernesto Tiffemberg daba cuenta del cimbronazo que había provocado en él y en los demás miembros del consejo de redacción la sorpresiva presentación de Levinas y Lanata en la presidencia de la Cámara de Diputados y su disidencia parcial con esa actitud: "… para nosotros, periodistas, un secreto acariciado y protegido por generaciones es el de guardar la fuente. Tan protegido que hasta la propia ley lo reconoce y lo nombra: secreto profesional. (...) Entonces nadie puede ni podrá imaginar la cara que pusimos esa mañana que, con los ojos todavía pegados, leímos (en el diario) el nombre de un diputado junto al de la revista que contribuimos mes a mes a poner en la calle. (...) Publicar las cintas hubiera sido una muestra de confianza en nuestro pueblo, apostar a que todos y cada uno sabrían encontrar la diferencia entre el Parlamento y sus ocasionales ocupantes. Sin embargo, si lo hacíamos, Martínez de Hoz tenía una buena excusa para retacear declaraciones futuras (...) Levinas eligió el camino que le señaló su conciencia, no la periodística por cierto, y se presentó con Lanata en el Congreso para devolver un 'regalo' que quemaba".

A pesar de hacerle tragar tamaño sapo, Lanata convenció a Levinas de que era un hacedor nato de tapas vendedoras, y se abocó a hacerlas. Sin embargo, su aporte no pudo torcer el rumbo de los acontecimientos, y pronto Levinas le manifestó a él y a los miembros del staff (entre los que se encontraban, cito de memoria, el jefe de arte, Eduardo Rey, y los redactores Eduardo Blaustein y Daniel Molina) que no quería seguir financiado una revista que le daba pérdidas, y les propuso que formaran una cooperativa que continuara editándola.

Golpista

"Fue una idea mía (porque) no quería seguir poniendo guita (Y es que) El Porteño fue el peor negocio de mi vida", explicó Levinas. Y agregó: "Después, en 1985, cuando ya estaba afuera, me enteré de que Lanata hizo una especie de golpe de estado y se quedó con el manejo de la revista".

"Lanata y treinta periodistas más (sic) pusieron 200 dólares cada uno y formaron una cooperativa (llamada Cooperativa de Periodistas Independientes, término que entonces no se pronunciaba con sorna. N. del A)", continuó Majul. "Entre los miembros más destacados estuvieron, además de Lanata, Osvaldo Soriano, Ernesto Tiffemberg, Eduardo Blaustein, Homero Alsina Thevenet, Ariel Delgado, Rolando Graña (sic) Juan José Salinas, Enrique Symms, Daniel Molina, (Eduardo) Aliverti, Marcelo Zlotogwiadza, Gerardo Yomal, Eduardo Berti, Carlos Ulanovsky y Ricardo Ragendorfer", enumera. Más allá de que los fundadores fueron treinta en total, no 31, Majul olvida o elige no citar a varios, incluyendo a algunos tan conocidos como Tomás Eloy Martínez y Osvaldo Bayer. Y acaso haya querido adular a Graña, jefe de programación de América TV, quien no estuvo entre los fundadores sino que llegó después, ingresando en el mismo acto a la cooperativa y al consejo de redacción de El Porteño.

Memorias

Seguidamente, Majul hace referencia a quien escribe, a quien presenta como "un periodista complejo, de una memoria prodigiosa". No es posible decir lo mismo de él. A pesar de constar en Pájaro Rojo y en la solapa del único libro de mis  libros que Majul cita (Gorriaran, La Tablada y las 'guerras de inteligencia'" en América Latina), sitúa la fecha de mi nacimiento el 25 de marzo cuando nací el 24.*

"Las asambleas de la cooperativa de El Porteño eran una carnicería", continúa. "Lo contó El Pájaro Salinas en su blog, Pájaro Rojo. Y lo hizo sólo para dejar en claro que Lanata jamás fue director de la revista. Salinas estaba furioso por una entrevista halagüeña que el legendario (Enrique) Symms le había hecho a Lanata en Rolling Stone. Decía que era en agradecimiento porque Jorge le había dado 'conchabo' en Crítica de la Argentina. Tan enojado estaba que le puso de título a su comentario 'Symms: viejo, desdentado y chupamedias'."

El párrafo de Symms que motivó mi enojo fue el siguiente:

Lamentablemente para mí, siguiendo una arbitraria decisión, en el transcurso de aquellas aburridas sesiones me alineé en el bando de Juan José Salinas, quien también pretendía apropiarse de la jefatura de la redacción, enfrentando la resolución inapelable de Lanata: si no lo nombraban jefe de redacción, renunciaba" . Y se lamenta amargamente: "Pero yo, ofendido por niñerías de la soberbia, renuncié a El Porteño sin saber aún que, en realidad, había renunciado también a formar parte del futuro staff de Página/12".

Más adelante, en la página 82, Majul señala que "En su blog, Salinas habló, en concreto, durante (sic) su discusión con Lanata durante el verano de 1986 en el consejo de redacción de la cooperativa".

Y me citó:

"El mandato de la asamblea de cooperativistas había facultado al consejo de redacción a editar la revista sin diferencias entre sus miembros. Pero Lanata proclamó que él no quería acordar ni con Molina ni conmigo en igualdad de condiciones, y para reafirmar su resolución, metía la mano en los cajones de nuestros escritorios frente a nuestras narices. Manifestó que quería ser el jefe y me hizo comunicar por un compañero que debía irme del consejo. Como me resistí tanto a irme como a aceptar su jefatura, el contencioso derivó en tumultuosas asambleas de cooperativistas en las que Lanata a la postre logró imponerse y compartir la jefatura de redacción con su entonces socio y amigo Tiffemberg. Nunca llegó a ser nombrado 'director' de la revista aunque lo haya sido en la práctica en tándem con Tiffemberg".

Puntualizaciones

Pues bien: la nota de marras no fue publicada en Pájaro Rojo sino en la fenecida Zoom, (y puede leerse ahora en http://artepolitica.com/comunidad/symns-y-lanata/) y explica detalladamente lo que se debatía en aquellas tumultuosas reuniones y los motivos de la oposición a las pretensiones hegemónicas de Lanata, en cuya biografía nada se dice de la resistencia ejercida entre otros por el presidente de la cooperativa, Eduardo Rey, por Alberto Ferrari y el más veterano de los participantes, el maestro Homero Alsina Thevenet. Como también, en un plano menos estridente, de acuerdo a su estilo, del joven Eduardo Berti.

Tampoco destaca el ferviente lanatismo de Eva Giberti, aunque si consigna que la primera esposa de Lanata, Patricia Orlando, recordó con inocultable rencor que la psicóloga le enviaba a su marido "cartas perfumadas" en las que "le sugería cambiar el estilo de vida que estaba llevando conmigo". Con éxito, ya poco después Lanata se separó.

Los sentimientos de Giberti hacia Lanata no son compartidos por el hijo de aquella, Hernán Invernizzi, quien publicaba columnas de una página en El Porteño desde su celda en el penal militar de Magdalena, donde cumplía una condena por haber colaborado, siendo soldado, al intento de ocupación del Comando de Sanidad del Ejército por el ERP, en 1973.

Y es que una vez, recordó escandalizado Invernizzi en la redacción de El Porteño, la columna que envió apareció con muy pocas variaciones… firmada por Lanata.

Pero lo más importante es que en aquella invectiva contra Symms quien escribe, puntalicé:

"…yo nunca jamás me postulé para dirigir la revista. Muy por el contrario, me limité a resistir ser avasallado por la pretensión del entonces veinteañero Lanata (cuyo mayor mérito hasta entonces era secundar a Aliverti en la radio). Hasta el punto, de que en el clímax de aquella prolongada resistencia (en cuyo curso logré que en dos oportunidades la asamblea de cooperativistas votara mi reposición en el consejo de redacción) publiqué muy intencionadamente en la revista un artículo del malogrado antropólogo francés Pierre Clastres titulado "Cuando los jefes no mandaban", que sustentaba una filosofía muy parecida a la que habría de publicitar años después el subcomandante Marcos y los insurgentes zapatistas chiapanecos, la de mandar obedeciendo".

Y agregué:

"Siempre propuse una dirección colectiva. Y me indigna que Symms, en su afán de agradarle a Lanata, me difame poniéndome como un arribista (…) Tampoco es cierto que él se haya peleado con Lanata por mi causa. Symms siempre añoró las épocas de Levinas, jamás se avino al funcionamiento colectivo y se distanció de Lanata y se fue de El Porteño por sus propias razones, entre ellas y de manera sustantiva que se lanzó a la aventura de sacar Cerdos &Peces por fuera de El Porteño y de la cooperativa. Dicho sea con ironía: la cooperativa era algo así como el partido bolchevique; el consejo de redacción, su comité central. Lanata era un Stalin que quería forzar un buró a su imagen y semejanza, yo la oposición de izquierda –más luxemburguista que trotsksista–, y Symms un bardo que añoraba y añora la Corte del Zar (Levinas)". Salvando sean, desde luego, las siderales distancias.

Página 12, Verbitsky y Gorriarán

Respecto a la creación de Página/12 y seguramente porque Lanata se lo contó así, en la página 279 Majul escribe que "El primer dato, poco conocido, es que (Horacio) Verbistky también estaba trabajando en el proyecto de un nuevo diario cuando Lanata irrumpió con su idea". Majul dice que eso sucedió a fines de 1986 y que Lanata rememoró: "Yo no lo conocía (a Verbitsky). Lo fui a ver a su oficina de Tribunales. Tuvimos una discusión por guita (...) Creo que terminó arreglando por más de lo que ganaba yo".

No fue así. Nunca hubo tal competencia. Y con toda seguridad la discusión por dinero, si se produjo, no tuvo lugar en aquella primera reunión. Porque quién escribe recuerda muy bien su involuntaria y tangencial participación en la creación de Página/12:

Un día llegué a la pequeña y humosa redacción de El Porteño de la calle Perón y comenté que el proyecto de Verbitsky y Eduardo Luis Duhalde de publicar un diario de una sola hoja doble tamaño sábana llamado precisamente "La Hoja" había capotado porque los distribuidores se negaban a cobrar la mitad de su exiguo precio de venta, y exigían cobrar lo mismo que por los grandes diarios de muchísimas páginas. Los distribuidores –nos enteraríamos más tarde– ejecutaban lo dispuesto por el entonces para nada manifiesto eje Clarín-La Nación. Aquel comentario atrajo vivamente la curiosidad de Lanata & Tiffemberg, que días después me pidieron que los acompañara hasta las oficinas de Horacio frente a la plaza de los tribunales (a las que yo solía ir porque ambos éramos compañeros de la misma agrupación de periodistas, la Rodolfo Walsh y, también, porque admiraba a Horacio y lo consultaba) porque no sabían dónde quedaba. Recuerdo que al llegar, Ernesto me dijo que, mejor, no subiera con ellos, que tenían que hablar algo importante, que el Perro tenía un carácter jodido y seguramente no le gustaría que lo fuesen a ver en grupo… Lo importante es que, cuando se produjo esa reunión, una de las que dieron origen a Página, Verbistky y Eduardo Luis Duhalde, que por entonces eran amigos, ya habían desechado la idea de publicar "La Hoja". Dicho de otro modo, "el dato poco conocido" que ofrece Majul es incorrecto y seguramente producto de la imaginación de Lanata, a quien debe complacerle pensar que tuvo éxito en una tarea en la que Verbitsky fracasó.

Continúa el texto de Majul: "Sostiene Salinas, todavía hoy, que jamás pudo ingresar a Página porque Lanata y Verbitsky, entre otros temían que publicara la verdad sobre el vínculo entre Gorriarán y el diario". Y a continuación agrega una supuesta frase dicha por mi:

–Nunca llegué a publicarla porque jamás me enteré–.

No es verdad (si lo fuera, justificaría plenamente el dicho popular: "No aclares que oscurece"). Jamás pude haber dicho algo semejante pues ¡Claro que me enteré de que Gorriarán había sido un fuerte inversor de Página/12 en sus inicios!. Y no porque lo susurraban voceros oficiosos de los servicios como Guillermo Cherashny, a los que no les creía. Me enteré tarde y de manera muy dolorosa, gracias a la feroz persecución del directorio del diario (sobre mi y sobre Julio Villalonga, con quién estaba escribiendo el Gorriarán…) que el proscripto ex jefe militar del ERP había sido un fuerte inversor en el diario. El directorio de Página no sólo había inferido que lo sabíamos, sino también que lo íbamos a publicar. Cuando por fin el Gorriarán… salió a la calle, nos burlamos de esta doble suposición con un acápite de Gilles Perrault[i]: "Nunca he sentido la tentación de unirme a las animosas huestes de los confidentes de la policía".

Años después, la condición de Enrique Gorriarán Merlo como principal accionista del diario fue hecha pública por Lanata en una entrevista que le hicieron periodistas de la revista Veintitrés, que él mismo había fundado y de la que hoy también abomina.

Habida cuenta de que Lanata había participado personalmente en aquellas negociaciones con representantes de Gorriarán como Francisco "Pancho" Provenzano (capturado vivo y desaparecido en el cuartel de La Tablada) y que incluso se reunió al menos dos veces con el propio Gorriarán (encuentros que se narran en el libro de Majul) los directivos de Página/12 consideraron la  infidencia de Lanata una buchoneada y desde entonces procuran evitar siquiera pronunciar su nombre.

Réprobos e integrados

Deshagamos pues un equívoco. Para conformar Página/12 a fines de 1986 se fueron de El Porteño además de Lanata & Tiffemberbg, entre otros, Zlotogwiadza, Blaustein y Walter Goobar.

Quién escribe no fue convocado a esa aventura porque estaba enfrentado a Lanata.

Otros periodistas, como Alberto Ferrari (uno de los editores de la sección The Posta Post, en la que Lanata dijo haberse inspirado a la hora de pensar Página/12), Ricardo Ragendorfer, Gerardo Yomal (que tiempo después fue contratado como colaborador especializado en entrevistas) y el futuro chupamedias Symms tampoco fueron convocados porque no habían apoyado a Lanata en aquellas tumultuosas asambleas de resistencia a la pretensión de Lanata de que se lo nombrara director.

Página 12 comenzó a salir en 1987, y el cuartel de La Tablada fue atacado a comienzos de 1989. Entonces, ante el silencio estruendoso del diario, Rolando Graña y yo escribimos una serie de notas en El Porteño, en las que demostramos fehacientemente en base a fotos y videos que dos de los incursores que se habían rendido tras saltar del edificio de la guardia en llamas y habían sido llevados manos en alto hacia los fondos del cuartel, estaban desaparecidos.[ii]

Todavía la animosidad de la dirección del diario contra quienes nos atrevíamos a escribir sobre el asalto no había llegado a la paranoia. Prueba de ello es que Lanata contrató a Graña. Por entonces era claro que Lanata no quería que El Porteño siguiera existiendo al margen de él y saboteaba a la revista reclutando sistemáticamente a quienes integraban su consejo de redacción. Así sucedió también con un rival de Graña en El Porteño, Martín Caparrós, a quien el libro de Majul considera el amigo más íntimo de Lanata entre sus colegas periodistas.

Gatos, riñones y un Perro bajo la lupa

El libro de Majul está repleto de color y tiene un aura de farsa. Por ejemplo es sabido que mientras preparaba el lanzamiento de Página/12 y en los primeros tiempos del diario, Lanata, calladamente, tomó lecciones de escritura de Osvaldo Soriano, un maravilloso cronista. Lanata se sintió hermanado con Soriano y copió algunos de sus gustos, por ejemplo, su afición a los gatos. Pero se trató de una copia superficial, pour la galerie, puesto que mientras Soriano daba cobijo a los gatos callejeros (el más conocido de sus felinos era un gato negro al que llamó "Negro vení") Lanata reveló que los compra… de razas exóticas y por internet (pág. 201).

"A veces me duelen fiero los hígados y el riñón", como si hubiera tomado al pie de la letra la Milonga del peón de campo del gran Atahualpa Yupanqui, el libro de Majul se la pasa haciendo referencia una y otra vez al riñón enfermo, en singular (lo que recién subsana en la página 272), de Lanata, cuando es obvio que si necesitó diálisis es porque no le funcionan bien ninguno de los dos. Es una de las erratas más graciosas de un libro plagado de ellas, cuyo original clamaba por una corrección.

Revela Majul que Lanata le ordenó a su entonces colaboradora y amante Graciela Mochkofsky que investigara a Horacio Verbitsky porque no le cerraba su presencia en la Argentina durante la dictadura habiendo sido miembro de la inteligencia montonera. Majul revela también que Mochkofsky (autora de sendos libros, una biografía de Jacobo Timerman y otro sobre la guerra entre Clarín y el gobierno nacional) abomina de Lanata.

La entrega a Magnetto

Aunque Majul informa que Mochkofsky no quiso hablar de Lanata, transcribe una supuesta anécdota de la época en que eran pareja que, de ser cierto, lo lapida (y es que Lanata siempre afirmó que Página/12 le fue entregado a Héctor Magnetto a sus espaldas):

"... sucedió el día de su vigésimo séptimo cumpleaños, el 16 de septiembre de 1993. Lanata, muy suelto de cuerpo, le dijo:

–Vendemos Página/12. Se lo tenemos que vender a Clarín.

–¡Pero eso es una cagada!– habría reaccionado ella.

–No sé si es una cagada. Sí sé que no hay otra alternativa. Es una cuestión de negocios".

El libro de Majul da cuenta de los encuentros de entonces entre Magnetto y Lanata, y también de que este no quiso permanecer al frente del diario y renunció tiempo después de que Magnetto hubiera tomado las riendas del mismo.


PPP. Periodismo para pocos. Un emprendimiento que lanzó (e inmediatamente abortó) Lanata el año pasado.

Una mano de bleque

Cuando Majul y Lanata coinciden en la aversión a un periodista, lo ponen a parir. Es el caso, entre otros, de dos eduardos, Aliverti y Anguita. De Anguita no recuerdo que diga nada inteligible, parecería que le tiene bronca por setentista... o porque era amigo de su amigo Caparrós. De Aliverti, Lanata aparece diciendo primero que "escribió el libro de Malvinas con (el ex dictador, general Fortunato Leopoldo) Galtieri", y después, en las páginas 299-300, añade livianamente que "Eduardo publicó junto a Néstor J. Montenegro en 1982, con Editorial Nemont, un reportaje a Galtieri titulado Los nombres de la derrota. Puede conseguirse en Mercado Libre a un precio módico. La presencia de Galtieri en el libro es anónima…". Y a pesar de que esto no guarda relación ni correspondencia con la tremebunda acusación inicial de haber escrito un libro a cuatro manos con Galtieri --al que al parecer Aliverti solo entrevistó,  lo que no es lo mismo ni siquiera parecido--, Majul califica la arremetida de Lanata de "preciso y quirúrgico ataque". Tan preciso como los drones que asuelan la frontera afgano-pakistaní.

Otro periodista que concita el encono tanto de Lanata como de Majul es Reynaldo Sietecase, que trabajó muchos años con el primero. Majul comenta que "se considera mucho mejor de lo que realmente es" y Lanata lo despacha con un somero "(es) un tipo de mierda" (Pag. 297). Peor lo trata a Raúl "Tuni" Kollmann (que fue más consistente, consecuente y perseverante que él a la hora de defender los intereses de la familia García Belsunce) a quien trató, qué boquita ¿eh?, de "servicio hijo de puta" (pág.361).  

En su afán de zaherir a Horacio Verbitsky (y a los "setentistas" en general) Lanata ha de creerse ingenioso al calificarlo de "Bombita Rodríguez, el Palito Ortega montonero" y seguidamente (¿Lanata? ¿Majul? ¿ambos?) para ilustración de los lectores más acartonados se informa que BR es "un personaje creado por Diego Capusotto, el humorista quien en su momento definió al kirchnerismo como lo más parecido al menemismo, pero con derechos humanos".

Además de que resulta inverosímil para quienes conozcan siquiera muy superficialmente a Capusotto que haya comparado al kirchnerismo con el menemismo (¿dónde? ¿cuándo?) el comentario olvida al guionista Pedro Saborido. Bombita Rodríguez no es una invención individual de Diego Capusotto, sino de Peter Capusotto. "Peter", por Pedro Saborido. Bombita es una creación de ambos. Ni Lanata ni Majul parecen saberlo, acaso porque están en las antípodas del humor capussottiano.

Lo que se puede suponer

En el capítulo mujeres, la palma se la lleva la bella Silvina Chediek, con quien Lanata estuvo efímeramente casado. La Turca Chediek no le quiso decir mucho a Majul, pero si le aclaró que fue ella quien tomó la iniciativa en la separación. Ambos acuerdan que la misma se produjo a causa de una infidelidad de él. Lanata dice que en aquella época, cuando comenzaron a salir y enseguida se casaron "salía día por medio con una mina distinta" pero terminó por comentar que "en algún momento alguien le dijo a Silvina que yo era puto". Al parecer, ella lo creyó, ya que Lanata agregó indignado: "Si yo fuera puto sería como (Fernando) Peña. Me cogería a media ciudad. O a toda. Y lo último que haría sería no decirlo". (págs. 325-326).

Al parecer, Lanata tiene algún desconocido aspecto que chirría en su sexualidad. Lo deja flotando Majul en el capítulo 14, "Chicas", cuando escribe "Hasta ese momento, y contra lo que se puede suponer, Lanata nunca había tenido ningún problema para conseguir chicas".

Al respecto, una pequeña anécdota. Una vez de las muy pocas que estuve en la vieja redacción de la revista Noticias, en la esquina de Corrientes y Talcahuano me topé con un tal Giordano, un individuo repelente que trataba a los redactores mucho peor que su tocató  famoso a sus modelos: como un cómitre a los galeotes. Tan mal y con tanta soberbia y prepotencia, que por no asistir al espectáculo busqué refugio entre los fotógrafos. Eran los primeros noventas, tiempos de éxitos para la convertibilidad menemista y Lanata, que utilizaba camperas de retazos multicolores, recorría por las noches los boliches de Punta del Este, a veces en compañía de Fito Paéz. Estaba con los fotógrafos de Noticias, decía, cuando escuché a uno decirle a otro: "Alcanzame la foto del puto de Lanata".

Intervine: "Disculpame que me meta pero no me parece que Lanata sea puto. Lo conozco desde que ambos estábamos en El Porteño y no es que me simpatice, precisamente, pero tengo presente que Lanata entonces no sólo no mostraba ninguna afinidad con el mundo gay sino que maltrataba y perseguía al único gay declarado de la redacción, Daniel Molina", le dije al energúmeno.

"Que no va a ser puto el gordo, si lo escrachamos a la salida de un boliche gay", respondió socarrón.

"Que haya estado en un boliche gay no quiere decir necesariamente que lo sea. Precisamente, Daniel Molina me llevó una vez a conocer el circuito gay de la avenida Santa Fe, 'La draga', lo llamaba, y terminamos los dos en 'Contramano', el boliche gay de la calle Rodríguez Peña, lo cual no me convierte automáticamente en homosexual", insistí, sintiéndome un poco entrometido. Meterete, que decía mi abuela.

"Sí, todo lo que quieras, pero si a la salida te hubieras encontrado con un fotógrafo no te hubieras tapado la cara con las manos", cerró la conversación el reportero gráfico, dejándome sin palabras.

Raro el recato, teniendo en cuenta el exhibicionismo del personaje, me quedé pensando.

Plumas y pistolas

­–¿Como cayó en la redacción que Lanata empezara como monologuista en el Maipo?– le preguntó Majul al joven periodista especializado en economía, Alejandro Bercovich (actualmente en el colectivo que edita la revista Crisis).

–Todos lo comentamos con vergüenza ajena. Fue en octubre de 2008, siete meses después de la salida del diario. La mayoría pensamos que iba a largarse. Que se había cansado del chiche nuevo. También cayó muy mal su deseo de que cerráramos la tapa de Crítica temprano, para mostrarla en el teatro. ¿Desde cuándo un monólogo en el Maipo es más importante que el periodismo? (...) El diario terminó teniendo su impronta: el culo y las tetas en la tapa. (pág. 350)

– ¿Cómo fue que le dijiste a Lanata que el diario (Crítica) no te gustaba?– le preguntó Majul a Alejandro Seselovsky.

– Después de que apareció en la tapa Florencia de la V, a propósito de su participación en Mujeres asesinas (...) estaba Flor de la V con una 9 mm. en la mano y un título que decía "Flor vuelve a la tele con la pistola en la mano". Yo lo agarré y le dije. "Escuchame ¿qué significa 'Vuelve Flor con una pistola en la mano'". Esperaba que me dijera que era un error, pero Lanata me contestó cortito. Con una línea. Me dijo: "A lo mejor nosotros somos esto".

Seselovsky no se hubiera sorprendido tanto de haber asistido a la escena a la que asistió quien escribe. Lanata, que era entonces y acaso siga siendo un acérrimo enemigo de la legalización del aborto, creyéndose muy gracioso, tituló una breve nota sobre el tema en El Porteño así: "No al aborto, coja por el orto".

Lanata historiador, Lanata novelista

El barco del gobierno se va a pique / ¿La solución? / UDELPA vcon Manrique/ Manrique diputado / Manrique intendente / Manrique senador / Manrique presidente, cantábamos  con mi hermano Luis y mi primo Guillermo Pagés Larraya cuando todavía niños, habíamos descubierto la ironía, y la sorna. 

Una de las omisiones más notorias del libro de Majul es que rehúsa profundizar, reflejar  alguna crítica de los libros, tanto del Lanata historiador como del Lanata cuentista y novelista.

De su condición de literato tampoco yo diré nada pues ser crítico literario no es mi metier, pero la omisión es muy notoria en lo que hace a sus libros dedicados a panorámicas históricas. Se imite todo, y dentro de ese todo, un excelente texto crítico-sarcástico del gran Homero Alsina Thevenet, que por no haber sido en nada refutado no puede faltar en una biografía del personaje.

Majul tampoco profundiza en el último libro de Lanata, Muertos de amor, dónde procura hacer congenionar la técnica novelística con la historia. En él, so pretexto de criticar a los setentistas… se aboca a una historia que sucedió una década antes, cuando guerrilleros al mando de un periodista, Jorge Masetti, intentaron establecer un foco rural en Salta y fusilaron a dos de los guerrilleros antes de haber entrado en combate. Caparrós salva la ropa criticando el libro de su amigo, pero es benévolo con él: hacer tábula rasa con los riquísimos años '60 y '70, como si fueran una misma cosa, demuestra palmariamente qué clase de historiador es.

Un gorila irreductible

Los escarceos de Lanata con la cultura y la historia no han pulido en lo más mínimo su antiperonismo visceral, su profundo escepticismo acerca de la viabilidad de la Argentina, su rechazo de lo nacional por considerarlo espurio, el culto al autodesprecio, el nihilismo. "El nuestro ya era un país trucho cuando nació. El virreinato fue el centro más importante de América del Sur en el tráfico de esclavos. El primer garito que funcionó en Buenos Aires fue manejado por el tesorero del Cabildo. Eso marca como somos los argentinos", rezonga, fatalista (págs.424 y 425).

Como si fuera el dinosaurio Bernardo redivivo, Lanata sostiene que el gobierno de Néstor Kirchner "fue un gobierno peronismo típico" y que con él empezó (sic) la corrupción. Textual: "…la matriz de la corrupción de estos años empezó con Néstor. Kirchner (que) fue el primer presidente que compró empresas".

El kirchnerismo se convirtió en una obsesión para Lanata. Hasta el punto de que se propuso escribir un libro sobre él. Megalómano, lo primero que hizo fue ponerle un título: K por L. Sin embargo, por razones que jamás explicitó (acaso porque no encontró la mugre que hubiera querido encontrar) desistió de escribirlo en 2009.

Dice Lanata: "Al kirchnerismo le conviene plantear que esto es una guerra. Fabricar enemigos ficticios para darle una épica al proyecto mientras se afanan todo (...) Este gobierno es de derechas y fue de derechas siempre (...) Yo no le creo nada a estos tipos, son unos chorros, mienten, son autoritarios (...) este gobierno no es de izquierda. Este gobierno es conservador con discurso de izquierda." (pág. 426)

En la misma página, incurre en una curiosa definición de democracia, de cuño neomitrista. Dice que es "el sistema con que el Estado incide para que las mayorías no le pasen por encima a las minorías". De ahí a los regímenes "democráticos" dónde las minorías pasan por encima de las mayorías no parece haber una distancia insalvable.

Aunque dijo que hace bastante que vota sistemáticamente en blanco, Lanata agregó que si tuviera que elegir se queda con Raúl Alfonsín porque "fue el que estuvo más cerca de la idea que yo tengo sobre una democracia social".

En cuanto a las políticas desplegadas para la recuperación de Malvinas, reafirmó su escepticismo pero ya no insistió con su posición de que lo primero es respetar la voluntad de los tres mil kelpers, acaso por que se dio cuenta cuanto atenta contra la popularidad de cualquiera hacer bambolla de su afiliación al Partido del Extranjero, el de aquellos que se sienten representados, secretamente vengados, por los fondos buitres. Como los agrogarcas que guardan sus cosechas en gusanos gigantes con el único propósito de hacer hocicar al Gobierno. 

En esta ocasión, y en contraste con el optimismo veinteanual del canciller Timerman, Lanata se limitó a decir que en el mejor de los casos, recuperar las islas implicará el paso de "generaciones enteras".

Santibañes y los fondos de la SIDE

Entre las relaciones inconvenientes e inexplicadas de Lanata se encuentran quien fuera secretario de la Presidencia de Menem, Alberto Kohan, y el ex banquero Fernando de Santibañes, que fue secretario de Inteligencia del gobierno de Fernando de la Rúa. Siendo el capi di tutti capi de la SIDE, Santibañes le dio a Lanata el dinero para poner en marcha el efímero portal Data54, que Lanata de un día para otra cerró dejando a los trabajadores sin cobrar, colgados de la palmera.
En su momento, Majul lo dijo en voz alta y frente a las cámaras, por lo que Lanata lo querelló. Al final, terminaron haciendo clinch luego de que Majul aceptara que le era imposible probar que el dinero que Santibañes le había dado a Lanata provenía de los cuantiosos fondos reservados de la SIDE (pág. 306).

Al respecto, Majul cierra la narración con una anécdota ambigua:

"Fui a ver a una fuente muy cercana (a Lanata) para refrescarle la memoria. Me dijo:

- Fernando ayudó a Lanata porque siempre lo respetó, igual que te respetó a vos. Y por la misma razón, cuando él asumió, ninguno de los dos aparecía en la lista de periodistas que recibía (sic) dinero de la SIDE". (Pág. 307)

Más allá de que no se entiende por qué el hecho de que Santibañes respetara a ambos periodistas desembocó en que sus nombres no aparecieran en "la cadena de la felicidad" de la SIDE (que en aquellos años distribuía anualmente centenares de millones de dólares) y no a la inversa, como sería lógico, se hace evidente que Majul no cree que la misma situación se haya repetido cuando en diciembre de 2001 cayó el gobierno de De la Rúa.

Podrido de los años '70, no tuvo escrúpulos para relacionarse con un genocida

Que Lanata haya recibido sumas importantes de dinero de Fernando de Santibañes, jefe de la Secretaría de Inteligencia del Estado durante la presidencia de De la Rúa, como el mismo Majul denunció en su momento, quizá sorprenda a los más distraídos de sus viejos seguidores. Pero muchos pueden quedar atónitos al tener noticia de sus entreveros con unos de los verdugos más sanguinarios de la dictadura.
Represor Vergez. De eso no se habla

Durante el menemismo, Lanata  entabló relaciones con el ministro de Acción Social, Juio César "Chiche" Araóz, confirmó Héctor Calós, de Vocación, quién le conseguía entonces avisos publicitarios (pág. 284). Desde que anteriormente y siempre con Menem presidente Aráoz había sido secretario de Energía, oficiaba de protector del capitán genocida (R) Héctor Pedro Vergez, alías "Vargas", ex fundador del "Comando Libertadores de América", versión cordobesa de la Triple A, y luego del golpe cívico-militar de marzo de 1976 y también en Córdoba, jefe de "La Perla", uno de los mayores centros clandestinos de detención y exterminio que hubo durante la dictadura.

Esta protección del secretario Araóz al genocida Vergez (al que había llevado a trabajar a la Secretaría de Energía) fue denunciada en 1990 por quien escribe en el diario Nuevo Sur.

Desde su celda en el penal de Marcos Paz, Vergez le dijo en enero pasado a la agencia Télam que a mediados de los '90 trabajó por espacio de unos meses para Lanata, lo que adquirió total verosimilitud luego de que Lanata no lo desmintiera y quedase probada su relación con su protector.

Que Vergez tenía una fuerte relación con Juan Bautista "El Tata" Yofre, ex periodista, ex secretario de Inteligencia del Estado y actual escritor en base a los archivos secretos del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército (que según Vergez, fueron adquiridos por Carlos Menem, pero de los que resulta evidente Yofre guardó copia) era sabido. Pero no que, aunque fugaz, hubiera tenido una relación laboral con Lanata

El misterio Liberman
 
Liberman. Casi no hay fotos suyas
Pero la relación sin duda más misteriosa de Lanata es la que a todas luces tuvo con el multimillonario Samuel Liberman, ex representante de los relojes Citizen y dueño del cable VCC (absorbido por Cablevisión que pagó muchos centenares de millones de dólares por él) quien durante años estuvo en observación por varios servicios de inteligencia, locales y extranjeros, por sus relaciones con Alfredo Yabrán y su empresa de exportación de orquídeas colombianas a los Estados Unidos.

Al respecto, Lanata parece tener una completa amnesia. Majul puntualiza que según sus fuentes Lanata estuvo cobrando diez mil pesos/dólares durante largos meses luego de haberse ido de Página/12 y le preguntó por qué:

– No me acuerdo si hubo guita (...) Tuvimos una reunión en el edificio de Aerolíneas (dónde Liberman estaba asociado con Eduardo Eurnekian) pero nunca hicimos nada. El ya había salido de Video Cable (VCC)… (Fernando) Moya (su socio y productor) capaz que se acuerda...", fue la increíble respuesta de Lanata.

Majul no consigna que dijo Moya, ni siquiera si le preguntó. Quizá sea porque no le gusta pisar los callos de futuros auspiciantes. Nadie podría sorprenderse si mañana se supiera que Liberman fue o es sponsor de Majul. O de Majul y de Lanata. Ese es el método de Eurnekian: ponerle avisos a los potenciales detractores. Ya lo publicitaba el ministro José López Rega a mediados de los años '70 (incluso llegó a instalar un pornográfico aro giratorio sobre el obelisco con el lema): El silencio es salud.        

Alineaciones I

El libro Los cables de Wikileaks sobre la Argentina de la A a la Z, de Santiago O'Donnell, reveló que Lanata y Gabriel Cavallo (CEO de Crítica) fueron a la Embajada de los Estados Unidos a quejarse de una supuesta campaña del gobierno contra el diario (el gobierno de Néstor Kirchner no lo incluía en la pauta de publicidad oficial) y a pedir avisos de empresas norteamericanas a fin de evitar su cierre.

Lanata presenta a Cavallo como su amigo. Cavallo es el juez federal que, en acuerdo con Horacio Verbitsky, proclamó la inconstitucionalidad de las inicuas leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Pero también es el juez que se negó de plano a investigar las coimas del Senado. El mismo explica en libro de Majul que "Cristina Fernández había pedido mi juicio político bajo la falsa acusación de que yo había sido ascendido a camarista por senadores nacionales acusados de coima que yo no había investigado" (pág. 352). Cavallo es íntimo desde la niñez del abogado Pablo Jacoby, con quien Lanata está distanciado por un asunto de dinero.

Jacoby es el abogado de Ana María Di Lonardo, ex directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, que querelló al Estado por haberla obligado a jubilarse. Tras ser contratado por el Grupo Clarín, Cavallo acercó a Di Lonardo a Héctor Magnetto, y súbitamente la científica pasó de defender el derecho a la identidad de los argentinos a defender el derecho a la impunidad de la apropiadora Ernestina Herrera. Una claudicación ética que, increíblemente, ningún medio oficialista señaló. 

Alineaciones II

En la ruta de Patricia Bullrich, que pasó de Montoneros a mantenida de las agencias estadounidenses, Lanata pretende convertirse en un campeón hemisférico de los enemigos de los gobiernos de Cuba y Venezuela, acaso con la ilusión de hacer pie en Miami. Por lo pronto, acudió a Caracas con un nutrido equipo a cubrir las últimas elecciones, convencido de que Henrique Capriles podría derrotar al comandante Hugo Chávez. Alguien de su equipo grabó y dio a conocer el instante en que se enteró de que sus infelices ilusiones se habían visto frustradas. "¡Perdió! ¡Concha de su madre!" se lo ve y escucha diciendo, a años luz de cualquier pretensión de imparcialidad. Algo que era totalmente previsible. En fin, que debía venir a Buenos Aires, y a poner la cara en PPT, con las manos vacías. Un papelón.

Metido en ese brete, Lanata encontró una manera de zafar: hacerse detender. Para eso, pasó por los controles de aduana previos al embarque hacia Buenos Aires portando visiblemente una carpeta con membretes del servicio de inteligencia bolivariano. Previsiblemente, los agentes venezolanos cayeron en la trampa y demoraron a Lanata y su equipo durante más de una hora, revisando sus pertenecías. Ello alcanzó para que el 14 de octubre PPT denunciara que los servicios de inteligencia de Venezuela le habían quitado y borrado el material grabado durante las elecciones de ese país (material que no le servía de nada desde el momento de que Chávez había ganado en comicios limpios y sin mayores incidentes, como había reconocido el propio conchaesumadre Capriles). La periodista y escritora María Seoane, directora de Radio Nacional, denunció la maniobra.

"¿Acusarme de inventar o de mentir un apriete como ese? ¡Por favor! ¿Vos te pensás que yo necesito que hablen de mi? (...) Viene una mina y te dice 'me violaron' ... Y del otro lado lo justifican. 'Ah, pero tenía minifalda, eh!", arguyó ante la requisitoria de Majul.

Acorralado por los hechos, se vio obligado a cambiar de registro. "Supongamos que hubiera puteado porque ganó Chávez. ¿Y? ¿Cuál sería el problema? Lo voy a decir bien fuerte: entre Chávez y Capriles hubiera votado cuarenta y dos veces a Capriles. ¿Sabés por qué? Porque Chávez es un fascista..." (pág. 432).

Hace mucho que fascista dejó de ser una definición política. Aunque vaciada, es una palabra tosca, apta para ser utilizada por cualquier patán como arma arrojadiza. Y hablando del vaciamiento de sentido de palabras cargadas de sentido, Lanata traspasó un límite de trivialidad cuando dijo que había sido un "desaparecido" en manos de las autoridades venezolanas. "Estuvimos secuestrados en un pozo", abundó aunque ni él ni sus acompañantes fueron alejados en algún momento del aeropuerto.

Lanata no polemizó con María Seoane, pero se enloqueció de ira con la legisladora de Nuevo Encuentro Gabriela Cerrutti, que había cubierto para Página/12 las elecciones de 1989 y se había especializado en el gobierno menemista. "Tengo que soportar que esta chica, que viene del lobby menemista, ponga en duda que nos detuvieron en el aeropuerto de Caracas" rezongó (pág. 292) Lanata criticó ácidamente a Cerruti por haber traicionado al capitán de fragata represor Alfredo Astiz, con quien sostuvo una larga conversación que el marino supuso off the record y ella publicó en sucesivas entregas  del mensuario Tres puntos (pág. 295). Para ello, olvidó completamente su actitud con el diputado Basualdo (ver la primera nota).

Cerrutti lo lapidó en una extensa carta abierta: "Lanata no cambió nada. Siempre corrió detrás del dinero, las aventuras fáciles y la fama".

Este es un final. Pero hay otro.

Fuente: Juan Salinas. Pájaro Rojo

1 comentario:

Anónimo dijo...

me gustó el esfuerzo que pusieron para desprestigiar a lanata de forma casi imparcial, al final sólo defienden a este gobierno de corruptos y esto no es más que otra estrategia para desprestigiar a los periodistas crítico, en resumen todo este texto es una mierda.