viernes, 2 de marzo de 2012

un cacho de cultura, imperdible.

CULTURA

La mirada federal sobre San Martín, Sarmiento, Inglaterra, la oligarquía y las relaciones sudamericanas

El historiador Pacho O’Donnell viene de Cosquín, donde junto a Antonio Tarragó Ros presentó el espectáculo histórico musical Pasiones: “Eran 20.000 espectadores. Cuando salí a ese escenario enorme, me asusté. Éramos una cosa chiquita, Antonio y yo, uno al lado del otro, pero el silencio con que el público nos escuchó hizo que me olvidara de todo ese miedo inicial”.

El historiador Hugo Chumbita también tuvo su affaire con la música: es el autor de la investigación histórica con la que León Gieco le dio vida a sus Bandidos rurales: “Yo trabajé con los expedientes judiciales de la historia de Juan Bautista Vairoleto, un personaje célebre en mi provincia de La Pampa. León Gieco, recorriendo el país, se encontró con ésa y otra historia de bandoleros que lo fascinaron y los bandoleros nos unieron de esa manera tan formidable que él convirtió en un éxito”. O’Donnell y Chumbita son parte importantísima de la historiografía nacional.

Y nada mejor que juntarlos para repasar las diferencias entre la Historia oficial, tradicional y liberal y la nueva manera de contarnos a nosotros mismos.

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En algún lugar… Crímenes contra la historia

Colosos de Bamiyan, Estatuas de Buda en Afganistan destruidas por el régimen Taliban

Por Laura M. López Murillo es Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.

En algún lugar legendario como el paraíso perdido, en un momento imperecedero como las arenas del tiempo, desde el vasto territorio de la victoria hacia todos los rincones del planeta se propagó el germen del dominio...

Una de las diferencias entre la civilización y la barbarie es la industria de la guerra: la incesante actividad bélica fue el mecanismo perfecto para apropiarse del territorio de otros pueblos, el pretexto ideal para derrocar regímenes y reinos, el motivo incuestionable para extirpar la cosmovisión de los vencidos. Desde siempre y desde entonces, los vencedores se encargan de escribir su versión de la historia, y desde el nivel exasperante de la prepotencia imponen su idiosincrasia, victimizando a las creencias derrotadas: las conquistas militares se recompensan con el botín de guerra y culminan con la erradicación de la cultura de los vencidos. El legado artístico de los pueblos sometidos y los vestigios de su riqueza histórica se han perdido entre las adjudicaciones de guerra y el arte de los derrotados ha sido un cruel despojo que se oferta en el mercado negro y que suele adornar las exquisitas vitrinas de museos, palacios y coleccionistas.

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